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El 16 de octubre entraron en vigor reformas profundas a la Ley de Amparo que, aunque parecen técnicas, tienen efectos directos en ciudadanos y empresas. ¿Por qué importa? Porque el amparo es la herramienta más poderosa para frenar abusos de autoridad. Ahora, esa herramienta tiene nuevas reglas.
Por un lado, la digitalización total del juicio es positiva: menos trámites presenciales, más rapidez. También se reducen plazos para sentencias, lo que podría evitar que los juicios se prolonguen por años.
Pero hay un lado preocupante: en materia fiscal y aduanera, las defensas se reducen. Si tienes créditos fiscales firmes —es decir, impuestos que la autoridad considera definitivos— ya no podrás usar recursos ordinarios como la revocación o el juicio contencioso. Solo queda el amparo indirecto, y únicamente hasta la fase de remate de bienes. Esto significa que, si el SAT embarga cuentas o bienes, tendrás que esperar hasta el último momento para defenderte.
Además, para suspender actos de cobro, ahora debes garantizar el interés fiscal con billetes de depósito, cartas de crédito o fianzas. ¿El problema? Estos mecanismos son caros y, en muchos casos, inaccesibles para pequeñas empresas o contribuyentes individuales.
En resumen: la reforma busca evitar abusos y agilizar procesos, pero también endurece las condiciones para quienes enfrentan problemas fiscales. Si eres empresario, importador, exportador o simplemente contribuyente, estas reglas pueden significar más presión financiera y menos margen de defensa.
¿Es un avance o un retroceso? Depende de a quién le preguntes. Para la autoridad, es eficiencia. Para el ciudadano, puede ser una carga adicional. Lo cierto es que, a partir de ahora, conocer estas reglas no es opcional: es cuestión de proteger tu patrimonio.

Contador Público Certificado egresado del IPN.
Miembro del CCPM y del IMCP.
Socio director del despacho MLP y Asociados SC
