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A menos de que se hable con un negacionista recalcitrante, difícilmente alguien pondría en duda el alza de la temperatura a nivel mundial y los problemas que conlleva: Más y más intensos fenómenos climatológicos, cosechas cada vez más estresadas y personas desplazadas son algunos de los más conocidos. Lo mismo que el alza de enfermedades.
En 2024, México vivió su año más caluroso registrado, con una temperatura media 2.14 °C por encima del promedio preindustrial, superando el aumento global promedio de 1.5 °C. También en ese año se reportaron en el país más de 110,000 casos y 262 muertes por dengue, con brotes significativos en estados del norte como Jalisco y Nuevo León, donde anteriormente eran raros.
El aumento en los casos de dengue no es exclusivo de México. Se estima que el cambio climático ha incrementado 18% estas infecciones en 21 países de América y Asia —y la cosa es crítica en Bolivia, Perú y Brasil, donde los casos han subido entre 95 y 145% en los últimos años, según recoge la organización Periodistas por el Planeta. “Y vendrán tiempos peores”, augura la Biblia.
En este escenario, las startups de tecnología en salud (health tech) de la región tienen entre manos una oportunidad colosal para lidiar contra los efectos del cambio climático, como el desarrollo de soluciones que anticipen estos problemas o que se enfoquen en grupos poblacionales específicos. O… bueno, ese sería el caso si hubiera fondos.
En 2024, las inversiones en el sector health tech en América Latina aumentaron un 37.6%, a 253.7 millones de dólares, según el informe HealthTech Recap 2024. Este crecimiento se dio a pesar de que el número total de empresas beneficiarias en la región disminuyó, lo que se atribuye a un enfoque en startups que buscan rondas en Series A y B.
Para las health tech en etapas tempranas, la limitada disposición de financiamiento y los obstáculos regulatorios son un obstáculo constante. Entre 2014 y 2024, estas empresas representaron 85% de todas las transacciones en fondos de capital privado, pero solo captaron el 25% del total de la inversión. Esto se explica, en buena parte, por la presencia de las grandes farmacéuticas en los venture capital especializados y a que no necesariamente los grandes problemas se pueden convertir en buenos negocios.
Pero, ante la crisis inminente por el alza de nuevas enfermedades en América Latina —que se junta con demonios añejos como la resistencia antimicrobiana, que será la primera causa de muertes en 2050—, ¿no vale la pena pensar en un nuevo sistema para potenciar a estas empresas?
Apostar por tecnología sanitaria nos conviene a todos. Optimiza los procesos, ayuda a personas que no necesariamente tienen acceso a servicios de salud en momentos de crisis; permite generar datos de manera eficiente y, como todo en el ecosistema startup, las empresas que la desarrollan aprenden rápido de sus errores, corrigen y mejoran. Tal vez sea hora de que repensemos cómo financiar esta tecnología e impulsemos marcos que permitan realmente la innovación desde lo público y lo privado.
Después de todo, lo que está en la mesa es el bienestar de millones de personas, en momentos donde el cambio climático está cambiando las reglas del juego en materia sanitaria.
Periodista de investigación con más de una década de experiencia en economía y finanzas. Apasionada del ecosistema emprendedor, comunica y analiza los temas de relevancia para el sector Pueden encontrarla en sus redes sociales y en [email protected]