¿Innovación estructural o hobby? Las lecciones de Nu y Bineo

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Hace algunas semanas, platicando con un alto directivo de fintech, me dijo que los rankings y las listas creadas desde los medios de comunicación para celebrar el emprendimiento habían, irónicamente, desvirtuado la labor de los emprendedores. Que, atraídos por los reflectores, muchos proyectos habían apostado por “verse atractivos” que por generar estructuras sólidas. Ninguno de ellos sobrevivió a la prueba de fuego de la rentabilidad.

Este ejemplo se puede extrapolar a lo que hoy está pasando con la innovación y con la disrupción en el sector. A medida que el sector se convierte en un océano rojo, muchas empresas buscan ponerse guapos para los inversionistas: hablan con seguridad, hacen promesas que difícilmente tienen una correspondencia con la realidad y llenan presentaciones con ideas “disruptivas” que reflejan una falta de conexión con los usuarios.

Las consecuencias de estas prácticas son, en primera instancia, la pérdida de dinero y de tiempo por parte de los involucrados. Y, de manera más profunda —tanto que impacta a todo el ecosistema— inhibe la innovación real en favor de un teatro donde los equipos optan por el glamour emprendedor sobre el trabajo arduo de generar estructuras que se adapten rápidamente. 

Porque la innovación no es una función aislada: es una cultura, una forma de operar y, sobre todo, una estructura que la respalda. Y, como diría una querida amiga: si eso falla, la disrupción no es más que un hobby.

En estas semanas, hemos visto las dos caras de esta moneda. Por una parte Bineo, que llegó con bombo y platillo hace un año, sucumbió ante la estructura del banco que lo impulsó. Simplemente, la idea de cambios rápidos y riesgos calculados, donde los usuarios están al centro, quedó aplastada ante una estructura tradicional, de decisiones lentas y una cultura de control. 

Por el otro lado, está el caso de Nu. Nacido como una alternativa a la burocracia bancaria, en su ADN está una cultura centrada en los usuarios y una estructura que tiene poca aversión al riesgo.

Desde que llegó a México en 2019 como un “outsider” decidido a cambiar las reglas del juego, su conocimiento del mercado y la capacidad de su equipo para crear propuestas de valor atractivas, lo posicionó como el participante más importante de su sector. En apenas cinco años, Nu logró lo que muchos bancos tradicionales no han logrado en décadas: presencia en el 98% de los municipios del país y más de 10 millones de clientes.

¿La clave? Una estructura ligera, ágil y enfocada en resolver problemas reales, no en proteger el status quo.

Hace unas semanas, Nu habría recibido luz verde para operar como banco en México. Un hito que no es solo regulatorio, sino simbólico: el sistema está reconociendo que no hay una sola manera de hacer banca. Y eso se logró a partir de crear una estructura donde la innovación tiene un papel central.

La lección es clara: La estructura importa. Las startups que realmente están cambiando el juego lo hacen porque están pensadas, desde su base, para moverse rápido, para probar, fallar, aprender y escalar. No cargan con legados, ni con juntas interminables, ni con miedo a cambiar. Tampoco tienen entre sus primeras prioridades convertirse en el rostro del emprendimiento en un ranking, sino que prefieren ensuciarse las manos para cumplir metas reales.

Y si la fama llega, será con base en resultados y no por un aplausómetro que desdibuja lo glamoroso de lo sostenible.

Darío Celis